Foto. A. Epelde ¡Buf, qué mal me he despertado hoy! Me tomo el pulso y aún lo tengo algo acelerado. Menos mal que es domingo, porque la “marcha” de ayer me ha sentado fatal. Tengo un terrible dolor de cabeza, producido sin duda por el tremendo esfuerzo que me supuso ayer estar a un nivel muy alto para acabar con un buen tiempo la prueba, pero sobre todo para salir a todos los palos que me dieron mis colegas. Ya les vale. Claro que la culpa es mía, a mí quién me manda meterme en esos fregaos. Y es que siempre me digo lo mismo, que la próxima vez pasaré de ellos y que me lo tomaré con más calma, rodando con otros amigos digamos más tranquilos. Pero es que, cuando luego me veo en faena, no lo puedo remediar y al final me veo respondiendo a todos los hachazos. Qué le voy a hacer. No me tendría que picar tanto. Por eso estoy hoy así, por mi mala cabeza. Aún tengo un cierto regusto, con sabor a sangre, en la boca. Y no paro de beber agua. ¡Vaya tralla que dimos ayer! Y me duele todo. Estoy cansadísimo, sobre todo las piernas. Cómo duelen cuando bajo las escaleras… Me parece que me voy a pasar el día en la horizontal. Además tampoco he pasado buena noche. De lo cansado que estaba me costó mucho coger el sueño y no he dormido bien. No sabía qué postura coger. Creo que sólo me levantaré a comer, aunque tampoco tengo mucha hambre. Si ingiero algo será para poder tomarme algún antiinflamatorio, a ver si recupero algo, que mañana hay que ir a trabajar. Y es que… ¡vaya desastre! No es el primer domingo que me arrastro por casa. Esto no puede ser. Ni debe ser sano, para nada. Aún me siguen dando pinchazos en la cabeza. Encima ayer pasamos un calor de la leche y me parece que estoy algo deshidratado. He orinado y es un poco oscura. Hay que beber más. Me miro en el espejo y me veo negro, con ojeras y negro. Me dio fuerte el sol ayer. Tengo marcas por todos lados, en los brazos, en las piernas, hasta la cinta del casco se me ha quedado marcada en el cuello. Parezco un cromo. Me vuelvo a la cama. Me gustaría seguir la carrera que dan hoy por la tele, aunque me parece que como vea más bicis me voy a encontrar peor. Es como esa sensación que te produce, después de un empacho, ver una pastelería. Enciendo la televisión de todas formas. La etapa es llana. Creo que me voy a dormir. Si al menos hoy hubiera montaña… Miro el reloj… ¡he dormido 2 horas de siesta! ¿Sabéis que os digo? Pues que como aún hay bastante luz me voy a dar una vueltecita con la bici. ¡Hala! Para combatir la resaca, lo mejor un paseíto para estirar piernas y eliminar toxinas… ¡qué bien me sienta la bici!
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