domingo, 22 de abril de 2012

LA RESACA


Foto. A. Epelde ¡Buf, qué mal me he despertado hoy! Me tomo el pulso y aún lo tengo algo acelerado. Menos mal que es domingo, porque la “marcha” de ayer me ha sentado fatal. Tengo un terrible dolor de cabeza, producido sin duda por el tremendo esfuerzo que me supuso ayer estar a un nivel muy alto para acabar con un buen tiempo la prueba, pero sobre todo para salir a todos los palos que me dieron mis colegas. Ya les vale. Claro que la culpa es mía, a mí quién me manda meterme en esos fregaos. Y es que siempre me digo lo mismo, que la próxima vez pasaré de ellos y que me lo tomaré con más calma, rodando con otros amigos digamos más tranquilos. Pero es que, cuando luego me veo en faena, no lo puedo remediar y al final me veo respondiendo a todos los hachazos. Qué le voy a hacer. No me tendría que picar tanto. Por eso estoy hoy así, por mi mala cabeza. Aún tengo un cierto regusto, con sabor a sangre, en la boca. Y no paro de beber agua. ¡Vaya tralla que dimos ayer! Y me duele todo. Estoy cansadísimo, sobre todo las piernas. Cómo duelen cuando bajo las escaleras… Me parece que me voy a pasar el día en la horizontal. Además tampoco he pasado buena noche. De lo cansado que estaba me costó mucho coger el sueño y no he dormido bien. No sabía qué postura coger. Creo que sólo me levantaré a comer, aunque tampoco tengo mucha hambre. Si ingiero algo será para poder tomarme algún antiinflamatorio, a ver si recupero algo, que mañana hay que ir a trabajar. Y es que… ¡vaya desastre! No es el primer domingo que me arrastro por casa. Esto no puede ser. Ni debe ser sano, para nada. Aún me siguen dando pinchazos en la cabeza. Encima ayer pasamos un calor de la leche y me parece que estoy algo deshidratado. He orinado y es un poco oscura. Hay que beber más. Me miro en el espejo y me veo negro, con ojeras y negro. Me dio fuerte el sol ayer. Tengo marcas por todos lados, en los brazos, en las piernas, hasta la cinta del casco se me ha quedado marcada en el cuello. Parezco un cromo. Me vuelvo a la cama. Me gustaría seguir la carrera que dan hoy por la tele, aunque me parece que como vea más bicis me voy a encontrar peor. Es como esa sensación que te produce, después de un empacho, ver una pastelería. Enciendo la televisión de todas formas. La etapa es llana. Creo que me voy a dormir. Si al menos hoy hubiera montaña… Miro el reloj… ¡he dormido 2 horas de siesta! ¿Sabéis que os digo? Pues que como aún hay bastante luz me voy a dar una vueltecita con la bici. ¡Hala! Para combatir la resaca, lo mejor un paseíto para estirar piernas y eliminar toxinas… ¡qué bien me sienta la bici!


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sábado, 7 de abril de 2012

LA CICLISTA


(Publicado en PEDALIER 46)

Invierno. Son las 8 de la mañana. Ahí afuera hace un frío que pela. Creo que deberemos rondar los 0ºC. Hasta la casa está fría. Enciendo la chimenea. Calor de hogar. Mientras tomo el café me asomo a la ventana a ver si la veo. Mi casa está justo al final de la colina principal que corona el pueblo, una rampa dura de unos 500 m al 10%, pero es que para llegar hasta aquí hay una respetable subida de 5 km al 6%. 

El cielo de un gris plomizo, apenas deja pasar el sol. Observo los árboles desnudos y escucho el sonido del viento, aire frío y molesto del norte, el habitual por estas fechas. La carretera está muy húmeda y me viene un olor intenso a chimeneas encendidas. La verdad es que tengo ganas de verla ya que hace bastante que no pasa por aquí, desde mucho antes de Navidad. Se habrá tomado su merecido mes de descanso, pero como es habitual en ella, hoy es el primer sábado después de las fiestas y seguro que hoy la veo. Siempre inicia su temporada en esta fecha realizando este recorrido ascendiendo este pequeño alto donde yo vivo. 

Se retrasa bastante. Es normal. Seguro que se lo ha tomado con calma. Después del parón invernal, las fiestas y el frío que hace no es para menos. El reloj está a punto de tocar las 9 de la mañana. Parece que se acerca alguien a lo lejos en bici. Tiene que ser ella. En efecto, es mi "amiga" ciclista. No la conozco de nada, pero la he visto pasar muchas veces. Viene muy tranquila, moviendo un desarrollo muy cómodo. Si no fuera porque sé que es ella, casi no la reconocería. Muy abrigada, con un buff que le tapa casi toda la cara y sólo se distinguen sus bonitos ojos detrás de sus gafas claras, su pelo recogido bajo su casco de color metalizado, chaqueta térmica de color amarillo y un culotte largo de invierno ajustado que delatan que estos días ha echado algunos kilillos, no muchos, tres o cuatro. Unos guantes de riguroso invierno y unos botines a juego completan su equipación en estos primeros kilómetros del año. 

La verdad es que debe ser una sensación muy especial salir de casa el primer día del año con la bici y pegar esa primera pedalada, ya sea con la derecha o con la izquierda, que hay para todos los gustos, y completar ese primer kilómetro pedaleando al que le seguirán miles y miles más durante toda la temporada. Hoy mi "amiga", del cual desconozco su nombre, va muy tranquila sobre su blanca y reluciente bici. Seguro que unos días antes de salir le ha dado un buen repaso, engrasándola y limpiándola. 

Llega a mi altura y corona el repecho. Como siempre también gira su cabeza arriba y hacia la derecha como buscándome. Aquí estoy. Me saluda con un ligero y tímido movimiento de cabeza. Le contesto con una sonrisa. Nada más iniciar el suave descenso que viene a continuación ya veo que echa mano del plato grande y se deja caer pedaleando con tranquilidad. Ya no la volveré a ver hasta la semana que viene.

Primavera. La luz del sol me despierta. Las ocho en el reloj. Me hago el café y me asomo rápido a la ventana. La abro y respiro. Hace un fresco agradable. Los árboles empiezan a vestirse de verde y escucho el agradable sonido del canto de las golondrinas revoloteando alrededor de mi casa. Es una bonita mañana de abril con el cielo completamente despejado. Sopla una ligera brisa y en el campo que tengo delante de casa ya florecen las amapolas. Hemos dejado por fin el invierno atrás. 

Hoy seguro que viene con ganas. Ya está aquí. Y viene bastante deprisa. Apena pasa un cuarto de hora de las 8. Lleva dos o tres piñones menos desde la última vez que la vi. La encuentro más atlética y sin duda ya ha dejado por el camino los kilos que le sobraban. Ya lleva culotte corto, mostrando sus bonitas piernas que empiezan a estar ya bastante morenas. Aún va con maillot largo. En las bajadas aún hace fresquito. Ha cambiado sus gafas transparentes por otras oscuras. El sol empieza a pegar. Veo su cara, también ya morenita y se ha soltado un poco su corta melena. Es muy guapa, la verdad, y la veo muy en forma. Va por faena y muy concentrada. Apenas hoy se fija en mí. Aún y así hace un gesto como de saludo. 

No sé ni siquiera si me ha visto o ha intuido que estaba ahí asomado como siempre. Creo que hoy ha debido subir muy rápido, ha coronado, ha puesto plato y se ha lanzado como una posesa hacia abajo. Estos días la veré más a menudo. Hoy es martes, el jueves seguro que vuelve y el sábado también. Está entrenando duro.

Verano. Hoy me he despertado antes de las 8. Son las 7:30. Ya no podía dormir más y no paraba de dar vueltas en la cama. Hace ya mucho calor y eso que duermo con la ventana abierta. El sol está ya bastante alto y el termómetro marca ya 22 grados, lo que promete una jornada de intenso calor. Oigo el canto de las chicharras, tostándose al sol, y a lo lejos campos amarillos de trigo a punto de ser segados. Suerte que aquí arriba tengo estos frondosos árboles que protegen y dan un poco de sombra a mi casa. 

Miro el calendario. Ya estamos a finales de junio. Me asomo a la ventana y giro mi cabeza directamente a la derecha. Ya ha pasado, la veo a lo lejos que ya ha iniciado hace un rato el descenso. Estos días, a no ser que madrugue, sólo la veré por detrás, muy morena, completamente de corto, con su maillot azul y su culotte blanco alejándose como una moto. Hoy seguro que habrá hecho su mejor tiempo subiendo hasta aquí. Ya está preparada.
Hasta el otoño, guapa.

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